Una Mirada al Mundo Portugués

 

                                                                           

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La tierra de las vacas felices

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Es el comienzo de un recorrido por la isla más grande del archipiélago.

Dicen que no hay dos personas iguales, a excepción de los gemelos idénticos e incluso estos tienen diferencias casi indelebles, lo mismo se aplica a las islas del Atlántico pueden tener algunas cosas en común, pero son totalmente diferentes. Este es el caso de San Miguel, la mayor de las islas de Azores, cuya belleza serena y ondulante te entra por los ojos a dentro en varios tonos de verde que nos dejan sin palabras. Ponta Delgada es unos diez minutos del aeropuerto, incluso con tráfico en hora punta! Estoy bromeando, el tráfico en esta isla es tan silencioso como su paisaje, sólo comparable a una carretera interregional en algún lugar en lo más profundo de Alentejo. Vale la pena alquilar un coche, ya que gracias a la cuidadosa gestión de los gobiernos locales, la carretera que atraviesa la isla permite una conducción segura, las carreteras regionales están en excelentes condiciones e incluso los accesos secundarios son muy buenos y creanme, los conductores incluso con menos experiencia no sentiran dificultades, permítanme ser clara que dentro de las localidades los caminos se estrechan, pero todo es manejable, si usted entiende mi buen portugués.

San Miguel es digno de visitar en cualquier época del año debido a su clima templado, donde se puede disfrutar de los micro-climas, es decir, durante todo el día, llueve, el cielo está nublado y el sol brilla. En el verano, por otra parte, la humedad puede ser alrededor de 90%, lo que es un reto especialmente por la noche para dormir, pero nada que un buen aire acondicionado no pueda resolver.

Dejando Ponta Delgada lo que atrae a la mayor parte de su atención son los pastos salpicados con las vacas manchadas, de blanco y negro, y déjenme decirles, no hay animales más felices que éstes, que pastan sin problemas todo día porque todo es plano y porque el clima es tan leve, que comen la hierba fresca todos los días, entonces hay campos y campos de maíz transgénico que luego se seca y se utiliza como forraje para las vacas, por lo que producen la mejor leche, mantequilla y queso a nivel nacional, es toda una deleite y siempre de llorar por más y su dieta se resiente.

La primera parada, como se espera, es la visita a los lagos, el más famoso de los cuales las siete ciudades con su color azul y verde, según la leyenda los diferentes tonos vinieron de lágrimas derramadas por una princesa con los ojos azules de un país de hadas y un humilde pastor con los ojos verdes que se enamorarán locamente y ante la imposibilidad de ser felices para siempre después de que copiosamente lloraron su tristeza mágicamente crearón los dos lagos juntos por toda la eternidad. Una historia que vale la pena recordar en el punto de vista del rey donde la densa niebla se levanta lentamente para mostrar la belleza sin par de estos dos calderas y el paisaje verde de los alrededores. Por el serpenteante camino siempre rodeado de matas de hortensias y cubierto de campos de color amarillo de las flores conocidas como el lirio de jengibre, llegamos al puente que divide los dos lagos y el panorama es aún más impresionante por sus paisajes en profundidad. Es una visión de 365 grados, donde las paredes verdes están bañadas por aguas tranquilas y profundas que cambian dependiendo el color del lago, como es el domingo sólo oímos el silbido de la brisa, el ulular de las aves y tocar de la sineta para llamar los fieles a la pequeña iglesia de la localidad con el mismo nombre, las siete ciudades, pero, por qué esta designación tan inusual?
Una vez más una característica legendaria se mezcla con la realidad, un azoriano llamado Fernando Telles dice que San Miguel fue el famoso "ínsula civitatum septem" una referencia histórica medieval que aseguraba que había una isla en algún lugar del Atlántico occidental, rodeado de lagos y ríos, donde había siete pueblos en siete ciudades diferentes, y cómo pensaba que esta isla portuguesa se correspondía con la ubicación de la legendaria Antilia, el nombre se quedó. Todavía es casi improbable que dos lagos inspiran tantas historias míticas, casi diría que los colonos y los reyes que gobernaban eran nada más y nada menos que románticos.

El segundo estanque que merece una mirada es el fuego, la más grande en la isla de San Miguel, con cerca de 1.360 hectáreas, que debe su nombre al volcán que lo creó y cuya última erupción fecha de 1563, y lo que es más impresionante de esta caldera de su azul profundo parece que una parte del mar se perdió en el suelo.

La tercera parte de agua dulce que vale la pena mencionar es la laguna de las cuevas, donde se encuentran los conductos de gases volcánicos donde se puede comer el famoso guiso, que como es un plato tradicional, pero debo confesar que prefiero la versión original, el cocido a la portuguesa. El paisaje es idílico, el olor que proviene del agua burbujeante volcánica es que puede "echar a perder" un poco la experiencia, pero lo que es sorprendente que debajo de nosotros tenemos un mundo subterráneo que manifiesta con tanta fuerza, la naturaleza aquí domina y parece que es dócil, pero no, somos meros seres de un ecosistema maravilloso y encantado, como las leyendas.

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