El recreó un estilo surrealista poético que es venerado por generaciones de lectores. Sólo tiene paralelo con Fernando Pessoa.
Es amargo el corazón del poema.
La mano izquierda en cima desencadena una estrella,
debajo de la otra mano
se mueve en un estanque blanco. Heridas que se abren,
reabiertas de nuevo, les cose la noche, les recose
con hilo incandescente. Amargo. La sangre nunca se detiene
la sal de mano en mano, entre los ojos,
alvéolos en la boca.
La sangre que mueve en las voces magnificando
la oscuridad detrás de las cosas,
halos en las imágenes de limaduras, en espacios ásperos
que escribes
entre los meteoros. Cose que: brillan
las cicatrices. Sólo la mano que mueves
al alto y la otra mano blanca
trabaja
en superficies centrifugadoras. Amargo, amargo. En la sangre y ejercicio
de elegancia brutal. Hasta que sentado en el medio
negro de la obra mueras
de luz compacta.
En una radiación de helio que partas sombría
violencia
de los núcleos locos del alma.
Todo lo que sé acerca de Herberto Helder se resumen a las historias que circulan en todo el país en su auto-aislamiento, el carácter irascible y no propenso a todas las formas de reconocimiento público para su trabajo, por no aceptar premios y honores negados, lo que crea una serie de mitos urbanos en torno a su misteriosa personalidad. Lo sé porque me dijeron que este poeta amado por tantos que se pierde la cuenta, se negó a reeditar algunos de sus libros de poemas, sin razón aparente, indiferente a las peticiones hechas por muchos editores, libreros, amigos y lectores, porque como saben sus libros en nuestro país, se agotan. Son gemas. Al igual que los diamantes puros y raros. La otra historia que voy a contar que no es mía, la pedí emprestada, es un amigo, un joven llevó a cabo una investigación personal, sobre el paradero del escritor, con un único objetivo profesar personalmente su admiración y devoción. La búsqueda lo llevó a un café en Oeiras, donde esperó pacientemente, día tras día, la visión de su poeta favorito, su ídolo. Por mala suerte, o simplemente mala información, nunca se cruzó con él, pero la poesía se quedo. La última es mi contribución para una futura leyenda, fue en una conferencia literaria a la que asistí, donde la periodista y escritora Inés Pedrosa atribuye esta característica casi anti-social, a la insularidad, resultado del aislamiento que se vive en las islas y que Herberto Helder profesa con tanto entusiasmo, porque él no es caso único en Madeira, porque como ella conto, hay un escritora isleña, que le dijo que tanta proyección pública perturba la escritura. Tal vez es eso mismo. Lo importante no es el mensajero es el mensaje. Las palabras recreadas. Es el eco de frases que alertan a los sentidos, que excitan las emociones más bellas y profundas en los seres humanos. La escritura de Herberto Helder. No digo más, la poesía habla por ella misma.