Es una antigua arte de la joyería portuguesa, que persiste hasta nuestros días.
En el pasado, la riqueza de una mujer se media por la cantidad de oro que llevaban en su regazo orgulloso desaparecido en interminables rondas de oro en las orejas perforadas pesados pendientes y gruesos anillos adornados con pequeña amatistas. Era parte de la dote que se transmite de madres a hijas, abuelas y nietas, de generación en generación y que se utiliza sólo en temporadas festivas, porque las mujeres siempre han sabido que este metal precioso era esencial como moneda en tiempos de gran escasez. Era el tesoro de la familia, de ahí el refrán, se van los anillos, se quedan los dedos. Es sobre todo un legado suavemente trabajado por manos expertas, una especie de tejido en hilos de oro con intrincados motivos circulares, enrollados o en ese, que revelan un antiguo arte que tiene sus orígenes en periodo pre-romano. La filigrana ha estado siempre ligada a los grandes momentos históricos y de la vida social de los portugueses. Prueba de ello es que hoy en día, la joyería portuguesa pesa sobre la economía nacional, aunque la tradición ha decaído. Sin embargo, las piezas más emblemáticas, como el corazón, los pendientes de la reina y los collares con cuentas de Miño sigue siendo parte de las joyas utilizadas en particular por los artistas de fado que se destacan magníficamente en sus trajes negros.
Las nuevas generaciones de portugueses compran poco de oro, de hecho prefieren las mismas joyas en la versión de plata, no sólo porque es una pieza de joyería más asequible, pero sobre todo porque lo consideran menos tradicional. En la actualidad, la filigrana se produce en áreas limitadas del norte, particularmente en el municipio de Gondomar considerada la capital de nacional de la joyería y en Braga, en la ciudad de Póvoa de Lañoso, el pueblo de oro, Travassos, como le llaman los portugueses. Sólo en esta ciudad hay veinte talleres que diligentemente crean más piezas de incalculable valor. También apareció en el mercado, los nuevos artesanos que continúa con la tradición y sobre todo la renuevan, como es el caso de la artista Liliana Alves da un toque moderno a una pieza atemporal.