Una Mirada al Mundo Portugués

 

                                                                           

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La playa de las palmeras

Escrito por  yvette vieira fts godofredo

Es un sueño de verano de mi juventud perdida, pero nunca olvidada.

Aprendí a nadar en el vasto Océano Atlántico azul, en una costa poblada de acantilados casi inaccesibles y calas pululadas de grandes rocas oscuras, a veces cubiertas por un manto de algas verdes, que desaparecían en la espuma blanca del mar. Cuando subía al pontón de la playa de las Palmeras hacia el mar escaneaba el horizonte atravesado por la visión de las islas desiertas y se la recta final podía avistar los fondos cristalinos llenos de pequeñas, y brillantes criaturas marinas y cuerpos coloreados sumergidos en las aguas color turquesa, en una especie de coreografía silenciosa bajo el agua. La brisa sofocante del viento del este del Sahara en África, contribuía para este escenario de aparente laxitud de repente interrumpida por los gritos de los jóvenes se lanzaban en piruetas hacia el mar en busca de la frescura tan deseada del agua salada. Era como un llamamiento casi hipnótico que impulsionaba hacia al mar, rompíamos en brazadas vigorosas hasta una tabla flotante, donde el paso del tiempo se decidía por los desafíos de acuáticos propios de los impulsos juveniles que a menudo terminaban en grandes discusiones.

La naturaleza, sin embargo, nos ha sorprendido a menudo con la visita de algunas de las criaturas más hermosas que habitan en este entorno salvaje. Recuerdo el día en que un grupo de peces voladores nos agraciaran con su visita, sí que existe, instigados por los rayos multicolores emitidos por el sol, en forma de arco iris, en sus largas alas transparentes. Pasaban rápidamente indiferentes a nuestra presencia casi incrédula, como si hubiera una gran urgencia de llegar a un destino que aún no sabían cual era. La pesca submarina, a veces también sin querer despertaba a los más durmientes y camuflados seres de los fondos arenosos, pequeñas rayas asustadas que surgían a la superficie causando un poco de pánico, que se olvidaba rápidamente, ante la belleza de un espectáculo casi mágico... verlos deslizarse en la superficie del agua sin esfuerzo aparente. Parecían flotar, casi tocando el agua, como algo de otro mundo. Una de las últimas visitas que tuvimos fue un lobo marino, que nos miraban con la misma curiosidad intensa, una reunión en primer grado que no dejo nadie indiferente, pero fue de corta duración, ya que el animal rápidamente se hartó de nuestra humanidad. Hasta fue la noticia en el diario local, imagínense. Y así fue el verano en las islas, cuando menos uno se lo espera, la naturaleza nos presenta con su belleza única.

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