Una Mirada al Mundo Portugués

 

                                                                           

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Xelb, la musulmana

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Es una de las ciudades más hermosas del Algarve occidental. En el pasado fue la capital del reino musulmán en suelo luso.

La historia de Silves está escrita en piedra que remonta a los fenicios y más tarde los romanos, pero es su herencia musulmana que ha dejado su huella eterna en la ciudad en su colina más alta. El castillo rojo domina el paisaje urbano testigo silencioso de siglos de una inmensa conmoción social y sangrientas batallas entre los reyes árabes y soberanos cristianos que aspiraban a conquistar este rico puesto comercial en la desembocadura del río Arade. El interior está dominado por un tanque gigante con una cúpula abombada y cinco arcos de medio punto. En la parte superior puede verse la ciudad y las colinas circundantes, que prefigura la dificultad de su conquista, que casi lo llevó a su destrucción era tal la violencia de los ataques. Pero no fueron las fuerzas humanas que la han destruido y dictaron el casi desaparecimiento de al Xelb cuidadosamente planeada por los califas musulmanes, fue el terremoto de 1755 que devastó a esta metrópoli que desde entonces han ido perdiendo su esplendor e influencia.

Sólo más tarde en el siglo XIX con la implementación de la industria del corcho es que Silves recibe un nuevo aliento y vuelve a su viejo orgullo perdido. De su glorioso más allá de sus edificaciones se eternizan las leyendas de reyes moros y princesas que se perpetúan en la imaginación infantil. De éstos, reza una que lo contaré por su encanto y olor, Ibne Almundim rey de Silves y poeta, encuentra entre sus prisioneros de sus muchas batallas una belleza nórdica, de pelo dorado y ojos azules penetrantes de nombre Gilda. Conmovido por su alba fragilidad y fascinado por su extraña belleza, el monarca musulmán decide casarse con esta mujer que viene del extremo norte. Después del desenlace, ella cae en un profundo anhelo, suspirando por las esquinas del palacio, añorando los paisajes blancos de su tierra natal que nunca más volvió a ver. El rey sensible a su dolor manda plantar almendros hasta los confines del reino. En la primavera, la reina ante un mar de flores blancas recupera fuerzas y la alegría de vivir. De esta historia el único legado que todavía existe es el almendro y las deliciosas recetas de dulces que son un verdadero ex-libris de la cocina del Algarve.

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