Después de una interminable búsqueda iniciada por un español y un portugués, cómo un pase de magia aparece el número 116 de la calle de Santa María en Funchal. La casa guarida de dos grupos inusuales, los "bolo de caco" y los "mad space invaders". Ven y sígueme por este resucitar de un edificio lleno de historias para contar.
Escondido entre sombrillas blancas se antevé una entrada, dos facetas del ser humano, el día y la noche, el espíritu y la carne, nos invita con una sonrisa a Mona Lisa y nos se abre la puerta a una escalera que conduce a una zona fracturada por tiempo, por las vicisitudes de su propia existencia, cubierto con residuos de otras vivencias que cubren el útero. Son toneladas de cartón, objetos perdidos, arena, troncos de madera que llenan los 13 metros por 60 metros cuadrados, que deben dejar de existir en el 116. Xavier lanza el desafío con entusiasmo, una semana para llevar a cabo una limpieza general. Imposible, piensan las "Fátimas" de servicio. Hay mucho que hacer y ni siquiera sé sabe muy bien por dónde empezar. Los caracoles del joven soñador insisten, es posible, lo podemos. Incrédulos todos miran hacia lo que parece ser una tarea desalentadora digna de Hércules, una montaña de escombros que llega casi llega hasta el techo, pero si tenían dudas estas se quedaron en la puerta y comienza el trabajo.
Los elementos en su mayoría son mujeres de los dos grupos armadas con un entusiasmo contagioso se ponen luego a trabajar con la valiosa ayuda del equipo de limpieza del ayuntamiento de Funchal. Entre este pequeño ejército de hombres hay un titán de casi dos metros de altura y un peso considerable, poco dado a la conversación, cariñosamente llamado de Obelix, que simplemente alza las vigas con más de 5 metros de largo que dejaran al olvido, como si fueran plumas . Sus colegas conocedores de esta fuerza casi sobrenatural, se echan a reír, alabando las cualidades del hombre y lo alientan a cargar más peso. El coloso no se hace de rogado, entre gruñes imperceptibles, busca un tronco todavía mayor para gran contentamiento de sus colegas y el asombro general de los voluntarios.
Su poción mágica... sólo agua! Estaban esperando algo más? Pues, no. Lo siento. Apuesto a que no se esperaban por esto eh?
Es una historia de ficción sobre el sentimiento que invadió a los portugueses cuando oyeron la palabra revolución en la diáspora.
La primera pregunta que se hace en nuestro país cuando se habla de la Revolución de los Claveles, es: Dónde estaba usted el 25 de abril de 1974? Las respuestas varían para los que asistieron o no a ese momento histórico. Ninguna prospectiva es igual a la anterior. Lo que nunca se menciona es los miles de portugueses que se encontraban los inmigrantes. Qué sintieron al enterarse de un cambio tan radical en un país tan silencioso, tan callado y avergonzado por el miedo. La respuesta? La perplejidad y una cierta desconfianza de un evento improbable. Una revolución en Portugal? Nah. Yo estaba tan escéptico que al final de mi jornada de trabajo, incluso llamé a mi hermana, María del Amparo, para ver si era verdad lo que había leído en los periódicos. Oía y sin embargo no me atrevía a creer en lo impensable, que mi pueblo endurecido había dado un punto final al régimen y había terminado la miseria de vida en el que vivimos. Muchos una vez confirmado, como yo, la valentía de los que se quedaron, lloraron lágrimas de alegría y tristeza. La libertad había llegado a nuestro país, pero al mismo tiempo, recordaban el doloroso camino que los había traído hasta aquí.
Es una de las ciudades más hermosas del Algarve occidental. En el pasado fue la capital del reino musulmán en suelo luso.
La historia de Silves está escrita en piedra que remonta a los fenicios y más tarde los romanos, pero es su herencia musulmana que ha dejado su huella eterna en la ciudad en su colina más alta. El castillo rojo domina el paisaje urbano testigo silencioso de siglos de una inmensa conmoción social y sangrientas batallas entre los reyes árabes y soberanos cristianos que aspiraban a conquistar este rico puesto comercial en la desembocadura del río Arade. El interior está dominado por un tanque gigante con una cúpula abombada y cinco arcos de medio punto. En la parte superior puede verse la ciudad y las colinas circundantes, que prefigura la dificultad de su conquista, que casi lo llevó a su destrucción era tal la violencia de los ataques. Pero no fueron las fuerzas humanas que la han destruido y dictaron el casi desaparecimiento de al Xelb cuidadosamente planeada por los califas musulmanes, fue el terremoto de 1755 que devastó a esta metrópoli que desde entonces han ido perdiendo su esplendor e influencia.
Sólo más tarde en el siglo XIX con la implementación de la industria del corcho es que Silves recibe un nuevo aliento y vuelve a su viejo orgullo perdido. De su glorioso más allá de sus edificaciones se eternizan las leyendas de reyes moros y princesas que se perpetúan en la imaginación infantil. De éstos, reza una que lo contaré por su encanto y olor, Ibne Almundim rey de Silves y poeta, encuentra entre sus prisioneros de sus muchas batallas una belleza nórdica, de pelo dorado y ojos azules penetrantes de nombre Gilda. Conmovido por su alba fragilidad y fascinado por su extraña belleza, el monarca musulmán decide casarse con esta mujer que viene del extremo norte. Después del desenlace, ella cae en un profundo anhelo, suspirando por las esquinas del palacio, añorando los paisajes blancos de su tierra natal que nunca más volvió a ver. El rey sensible a su dolor manda plantar almendros hasta los confines del reino. En la primavera, la reina ante un mar de flores blancas recupera fuerzas y la alegría de vivir. De esta historia el único legado que todavía existe es el almendro y las deliciosas recetas de dulces que son un verdadero ex-libris de la cocina del Algarve.
Se trata de una cápsula del tiempo en la primera persona sobre la vida en una isla extraviada en el océano.
Hace 40 años vivía en un mundo perdido entre las olas del mar, los vientos del sur, abrazados por los torrentes de la niebla. La vida cotidiana era templada, como el tiempo, ni demasiado caliente ni demasiado fría. Las horas se perdían en su vagar, no había tiempo determinado, dependía del despertar de la aurora y el canto del gallo y para dormir mirábamos el poner del sol que se escondía detrás de una línea dibujada en tonos de azul por el océano. Las noticias poco llegaban del continente a través de cartas que habían sido delectadas y que había que quemar, sin realmente haber cumplido su misión. El miedo no tenía fronteras, era más grande que la distancia que nos separaba de la capital del país.
Estábamos fingiendo que éramos gente, pero no pasamos de isleños que dependen de sí mismos para sobrevivir en una especie de gran roca flotante. La naturaleza y las estaciones eran nuestros aliados en esta lucha, pero la isla también requería sacrificios que eran impresos en forma de cruces blancas en los acantilados. Pobres almas que tropezaron en los barrancos de basalto camuflados por la mañana tardía en una jornada de arduo trabajo encaminando la preciada agua que podría matar la sed de las pequeñas cosechas. La tierra era fértil y luego era el medio de subsistencia de los hogares formados sólo de las madres, los niños pequeños y los viejos. Era un lugar casi desprovisto de hombres jóvenes, fuertes y capases. Los barcos eran los culpables, viajaban hacia un nuevo mundo con la promesa de la abundancia y la riqueza, con nuestros hombres que huían en busca de la quimera que le aportará más fortuna y menos privación. Pero, estoy harta de estos recuerdos susurrados. Pero, insisten, y recuerdo que la luz era escasa en el horizonte y trataba de terminar de bordar los paños para el ajuar de mi hija soñada, no conocía todavía el rostro de su padre, ni su nombre, sino que sabía, como lo sabía que mi madre yo iba a nacer y mi abuela presintió que iba a estar embarazada de una niña. Siempre había María en nuestra familia. Era necesario preparar todo antes de tu llegada, para que tu vida no fuera tan madrastra como lo fue para mí. Recuerdo que una vez por semana tenía que ir a la ciudad y en aquel tiempo tomaba un autobús que llevaba más de una hora en llegar. Costó dos escudos atesorado con mucho sacrificio. Era un viaje ondulante, hecho de curvas, contra-curvas y paradas en el camino para recoger a más gente que iba a Funchal en busca de sustento. A mitad de camino se adivinaba la sobrecarga. La máquina se resentía escupiendo humo negro y un olor a fuel-oíl que nos acompañaba hasta la salida. Llegamos a nuestro destino, había bolsas de telas, mucha confusión y cestas de mimbre llenas de frutas, verduras que se venderían en el mercado de los granjeros. Esperaba por mi turno entre empujones y gritos de impaciencia por mi orden y esperaba por mi paquete precioso con los paños bordados cuidadosamente, con excepción de los tuyos, eses los guardaba en un arca con pequeñas pelotas perfumadas para evitar que fueran comidas por la polilla. A cambio, el dinero de mi trabajo, aunque escaso, se utilizaba para comprar más tela, la harina y la levadura para el pan amasado que tu abuela se formaba en sus manos hábiles. Y el tiempo pasa, cuarenta años para ser exacta, después de que también se haya ido y haya regresado, todo cambió para mejor. La modernidad ha dejado su huella en los rincones de la isla. Pero los isleños, esos isleños, siguen perdidos en las brumas de la niebla, sin ser avistados en el continente lejano.
Es uno de los pueblos más bellos de nuestro país, lleno de historias para contar.
Situado en las faldas del azor en el centro del país, este pueblo histórico a diferencia de muchos de los que se desnudan con el tiempo, no está habitada por fantasmas y ruinas, sino por gente orgullosa de su pasado y sus tradiciones que no han dejado morir. Piódão no es de fácil acceso, con la persistencia se sube el sendero que es difícil, como una mujer difícil que se hace desear, de quien se oye hablar, es como una creciente fascinación que nos invade, una indomable voluntad de saber, de ver. Me recordó la isla de Madeira con sus terrazas retenidas por rocas centenarias y sus hogares hundidos en la montaña que se confunden con el paisaje que adorna las colinas con sus tonos tierra, camuflados con líquenes verdes.
Es una de las ciudades más fascinantes de la Península Ibérica y acusado de un pasado histórico multicultural.
Sevilla, la capital de Andalucía, es como una ciudad encantada habitada por los recuerdos de los moros y los caballeros andantes. Por la languidez de las "Cármenes" que encontramos en cada rincón, balanceándose en ritmo lento bañadas por el largo pelo negro y mirada penetrante ocultos por sus abanicos. Es la arena de "Don Juan" con su masculinidad descarada parpadeando los ojos en todo momento, ofreciendo esfuziantes coqueteado a las bellas que pasan por su camino. Son tan brillantes como esta metrópoli que nos acoge en su esplendor tranquilo adornado por una suave brisa con olor a mar, aunque ni rastro del océano, sólo se avista el Guadalquivir que nos da la bienvenida.
Paseando por sus estrechos callejones, entramos en un laberinto de calles estrechas cubiertas de sombras deliciosas y refrescantes, una de las entradas de "Reales Alcázares", siempre acompañado de una raqueta de alegría que nos hipnotiza, no por el sonido, pero por las reminiscencias árabes que decoran los arcos de los edificios espalmados. Perdemos la noción del tiempo. Es bastante superfluo. Debemos mirar detalladamente para no olvidar los alzados decorados con tiras de baldosas coloridas y los sus encajes rendados que nos llevan hasta la catedral de Sevilla, uno de sus ex-libris, y su Giralda. El esplendor gótico descarado domina el paisaje urbano de la antigua mezquita árabe. Es preciso hacer cola para entrar en el templo religioso rival de las nubes ya que quiere subir hasta el cielo, de modo que podemos subir a su cumbre en busca de redención. A continuación, la "Avenida de la Constitución", poblada por fachadas coloridas de casi perder la vista, pero, el estómago se anuncia con protestos sonoros. Ni que fuera de propósito la cervecería “100 montaditos” está a la vuelta de la esquina, con sus pequeños bocadillos y cerveza de un precio muy bajo, muy al gusto de los portugueses. Pero atención” Hay que ir temprano, la demanda es alta y el tiempo de espera es inmenso.
Es un viaje por las entrañas de la laurissilva. Siga conmigo a través de esta delicia verde.
Es uno de los viajes más agradables de bosque de laurissilva. En mi barómetro de riesgo, de cero a diez, ocho. Quédate! Prometo no asustarlo otra vez. Bueno, tal vez un poco. Uno de los atractivos de estas rutas también son turistas. Se trata de una "fauna" muy divertida, imprevisible e irresponsable, porque nunca escuchan las advertencias que se le proporcionan gratis sobre de los peligros de la montaña. La regla número uno, como medida de precaución no debe ir solo, te puedes perder y nadie sabe a dónde estás, dos personas llaman más la atención y se ayudan mutuamente. En segundo lugar, la bolsa debe tener la ropa esencial caliente debido al clima impredecible de la isla, la comida, una cantina, una cámara, una linterna, un teléfono, un palo y un mapa. En tercer lugar, calzado apropiado. Ahora estamos listos para otra aventura. Sin embargo, para esta gira tengo que dar un paso atrás en el tiempo. En tiempos fui scout y como tal participe en muchos campos y recorri muchos caminos, y senderos. Mis hazañas peatonales fueron siempre acompañada de un fabuloso grupo de amigos, que destaco para esta historia, bueno uno, Miguel. En todas las excursiones que hicimos, mi amigo y compañero de caminatas acrecía al peso de su mochila un kit de primeros auxilios y las cuerdas, si hubiera algún incidente desafortunado. Bueno, como ya debe de estar cansados de saber, (y asumo mi loca modestia, creyendo que leen mis otras crónicas), se pueden "caer" a través de los recovecos de la montaña que nos fascina, distrae y... upps ocurre una caída potencialmente mortal.
Después de esta pre-secuela, de nuevo en el sendero de las 25 fuentes, que comienza en Rabaçal en Calheta. Es increíblemente fácil de encontrar el camino, ya que tiene una placa de madera que marca el comienzo de un viaje inolvidable. Es un camino de agua. No literalmente, pero en el sentido histórico, ya que la isla depende de estos acueductos con cientos de años, para el cultivo y para el consumo interno. Ahora imagine la fuerza casi sobrehumana de miles de brazos colgando con cuerdas en los picos de roca volcánica para canalizar a través de una enorme red de acueductos, un líquido tan preciado para el ser humano, que es el agua. Parece irreal, no? Y, sin embargo, dicen que los deportes extremos se inventaron en Nueva Zelanda. Bahh! Me he desviado de mi camino.
Es una de las rutas más bellas y peligrosas de Madeira, que se sumerge en el bosque de laurel.
Cuando era más joven (no es que sea vieja, que quede bien claro) no había más que un solo mapa que marcaba todas las rutas señaladas de la isla, llamado el mapa de conejitos. Es verdad, pero no se rían todavía! En ella figura una leyenda en la figura de un conejo en colores diferentes que designan el grado de peligrosidad de un sendero peatonal dentro de la isla. Los colores indican el grado de riesgo de cada viaje en cuestión, desde los más fáciles en verde a los más difícil con esos animalitos de color rojo y el naranja designaba el trajo más peligroso. Todo era muy simple y a todo el mundo le gustaba este famoso mapa, que extrañamente ya no se imprime. No me pregunten por qué.
Es uno de esos caminos sinuosos y violentamente hermosos y naranja del que voy a hablar. El paseo comienza en el parque forestal de las queimadas, en Santana y ahora una advertencia sobre las condiciones climáticas de Madeira, o el área donde se encuentran, debido a su naturaleza micro climática, pude haber lluvia y niebla en un extremo de la isla, como cuando nos vamos en la dirección opuesta somos acariciados por los rayos solares reconfortantes. Dicho esto seguimos adelante sin temor, como dice los personajes de José Herman, dónde estábamos? Ahí, en el principio de la levada. Otra advertencia y juro que esta es la última, si es claustrófico, si sufres de vértigo y tienes un corazón flaco simplemente no puedes contemplar tanta belleza. Lo siento. La razón está ante nuestros ojos, antes de llegar a la cascada tenemos de caminar por un sendero con 5,9 kilómetros de distancia entre túneles, que los isleños cariñosamente designan de furados y hay sinuosas curvas que adornaban el bosque de laurissilva que al abrir poco a poco muestran acantilados y profundos cañones de roca sin final a la vista. La ruta para el caldero verde es relativamente plana, de hecho, está tan lleno que el mayor peligro que enfrentamos es impulsado por un pasaje que damos a otros excursionistas con más prisa. Hay tantos extranjeros que se desplazan en este camino que da la clara impresión de estar más ocupado que algunas calles de Funchal. Es una locura. Al llegar a la cascada enfrentamos la magia de la luz que se dividen en varios colores en oposición con las fraguas.
La pequeña localidad que pertenece al municipio de Braga, San Juan de Souto está habitada en su mayoría por mujeres.
Cuando visitamos San Juan Souto lo que vemos? Mujeres y más mujeres, de hombres apenas un pequeño señal. Según las estadísticas del último censo realizado en el año 2011 esta pequeña zona en el corazón de la ciudad de Braga es que tiene la mayor población del sexo femenino, con un total de 725 habitantes de los cuales 481 son mujeres. El por qué de este fenómeno? Nadie sabe con seguridad! El hecho es que son la larga mayoría, y están ahí para quedarse. A pesar de la belleza femenina que es una excelente razón para visitarla, no se trata del único atractivo de esta localidad. San Juan Souto cuenta con un gran patrimonio artístico que persiste en un orgullo silencio por las calles, callejuelas y callejones. Son piedras seculares que cuentan la historia de nuestro país durante varios siglos.
Sígueme para un viaje a través de los ensayos de una actuación poética no convencional, en escena por el grupo de teatro Casa da Esquina y que estará en itinerancia por Portugal y Galicia.
Me encuentro en un potencial escenario teatral carente de carne, donde sólo hay paredes desnudas y visualizo una especie de barra improvisada donde ahora se oye el eco de pasos que inundan un espacio antes mudo. Poco a poco, se construye un espacio escénico, obteniendo una consistencia basada en una estructura rodeada de cables, luces y bancos que permitirá crear un diálogo entre los actores y el público. La isla como ellos lo llamas, hecha de sillas apiladas y una luz a imitar un faro. El espejo que refleja muy poco o nada y que nos permitirá vislumbrar sólo dos sombras. La arena volcánica negra y piedras completan el escenario que más quiere parecerse a una tierra rodeada de mar. Antes de empezar el ensayo se prueba todo el material para la función en esta noche, no puede hay imprevistos. La guitarra acústica emite sonoridades extrañas a su naturaleza, parecen relinchos, silbidos y golpes, que poco a poco se van transformando en una melodía rítmica que sirve como una entrada melódica para las palabras y para exaltar a los silencios.
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